MUJERES, QUÉ HARÍAMOS SIN USTEDES

Por: Arlindo Luciano Guillermo
Ricardo Arjona, en Mujeres, dice: “No sé quién las inventó  /  no sé quién nos hizo ese favor  / tuvo que ser Dios”. La alusión es clara: Dios creó a la mujer para ser compañera del varón. Luego vino la insensatez, la locura, la tentación y el castigo. Adán y Eva, de huéspedes privilegiados en el jardín del Paraíso, empezaron una vida sin los favores directos de Dios. La vida sin la mujer es inconcebible, no tiene  vigencia, razón ni sentido. Mujer madre, mujer esposa, mujer hija, mujer hermana, mujer suegra, etc. La mujer es la columna vertebral de la sociedad. Solo la presencia de un hijo implica la existencia de la mujer. Para el artista es musa viviente, inspiración inagotable, referente que dirige los hilos del talento. Para el hijo es la madre que dio vida, conduce la vida, alegra la vida. Para el esposo es la compañera solidaria con quien comparte salud, pobreza, fortuna, responsabilidad y adversidad. 
Pablo Neruda, en el Soneto XXV, incluido en Cien  sonetos de amor, escribe: “Antes de amarte, amor, nada era mío:  /vacilé por las calles y las cosas:  /  nada contaba ni tenía nombre:  /  el mundo era del aire que esperaba.  /  Yo conocí salones cenicientos,  /  túneles habitados por la luna,  /  hangares crueles que se despedían,  /  preguntas que insistían en la arena.  /  Todo estaba vacío, muerto y mudo,  /  caído, abandonado y decaído,  /  todo era inalienablemente ajeno,  /  todo era de los otros y de nadie,  /  hasta que tu belleza y tu pobreza  /  llenaron el otoño de regalos.” La vida a la lado de un mujer es un antes y un después. Se pasa de la soledad, el comportamiento huraño y taciturno a la dualidad que lentamente se acopla o se aleja según las circunstancias. Dos culturas, dos cosmovisiones, dos pensamientos, dos costumbres se unen para generar una convivencia de conflicto democrático, de adaptación, renuncia, aceptación y pugna. En el poema, Neruda, precisamente, plantea esa realidad. La mujer junto al varón construye emociones, ternura, reciprocidad, proyectos y afectividad. Bien dice el poeta chileno: “Antes de amarte, amor, nada era mío:” 

El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer. Es la fecha de los halagos, el reconocimiento público de méritos, virtudes y logros. En resumen: la mujer merece respeto, aprecio y gratitud. La mujer de hoy, cultural y socialmente, no es la misma de antes. Los paradigmas han cambiado radicalmente. Sin embargo, la maternidad, la feminidad y la inmensa ternura seguirán vigentes en ellas. Las mujeres en el siglo XXI estudian, trabajan, cumplen grandes responsabilidades políticas, judiciales, profesionales y sociales. Hoy no es novedad ver en una institución a una gerenta pública de Servir. Los cargos públicos ya no son más privilegios de los varones. Solo falta que en el Perú una mujer, cual sea el color político y profesión, sea presidenta de la república. El Congreso de la Republica ya estuvo presidida por mujeres. Para las mujeres, en el ámbito laboral, nada es imposible. Toman decisiones cruciales, lideran instituciones estratégicas, generan mayor confiabilidad y gozan de inmensa simpatía de la opinión pública, que puede, en algún momento, reflejarse en las urnas. Mujeres corajes, valientes, de armas tomar y leonas a la hora de defender a sus hijos abundan. La equidad de género y oportunidad para todos no es un discurso político ni una retórica, sino una realidad visible. La diferencia social entre varones y mujeres son los genitales, no el talento, la inteligencia ni el potencial físico. Recientemente, el Papa Francisco ha dicho: “Un mundo en el que las  mujeres son marginadas es un mundo estéril.” 

Se ha comprobado que la actividad cerebral de la mujer es diferente, en enfoque y percepción, que del varón. Los varones somos visuales, todo entra por los ojos; mientras que las mujeres son auditivas y sensoriales. Los varones somos genitales; las mujeres son afectivas. Ellas sienten las intenciones, oyen el susurro de los versos y de la voz. Las mujeres realizan una docena de actividades a la vez. Saben prever y conocen con detalle cada evento que ocurre en la familia, en el trabajo y en la ciudad. Los adversarios declarados de una mujer, donde predomina el espectáculo, el consumismo y el dinero, son el machismo que mata y destruye, la cosificación promovida por los medios de comunicación y la discriminación “consentida” por la indiferencia y la impunidad. La otra cara de la medalla es que más mujeres han accedido al mercado laboral. Miles de mujeres van dejando las tareas domésticas para incursionar a un empleo fijo o temporal para satisfacer necesidades propias y de la familia. 

La educación de calidad, la equidad laboral y la eliminación progresiva de prejuicios sociales constituyen grandes oportunidades para la instauración de la justicia en favor de las mujeres. La ley es para todos. El trabajo educativo empieza en la familia donde se debe enseñar que las tareas domésticas no son exclusivas para las mujeres. Un viejo refrán dice: “Manda a tus manos y serás bien servido.” El varón no es espectador, ornamento ni florero en la casa. Los varones también pueden cocinar, lavar, barrer, ordenar, planchar, criar y educar hijos. Este paradigma se ve hoy por doquier. No es novedad ver a un cocinero o a una chofer de un ómnibus. A la mujer se le respeta con actitudes, reconocimiento y gestos de cortesía. Jamás se debe olvidar que sin las mujeres el planeta Tierra desaparece en un dos por tres, tal como desaparecieron los dinosaurios hace millones de años.   

La igualdad social, el libre acceso a la justicia, la inclusión de mujeres (fundamentalmente rurales y fronterizas) a la educación de calidad aún quedan pendientes. Más allá del saludo protocolar, del regalo oportuno y la palabra acaramelada, las mujeres merecen todo el respeto, la admiración y aprecio de la sociedad, los ciudadanos y de las instituciones. La niña será adulta, cuyo rol maternal, social y laboral dependerá de cómo se le educó, trató y orientó en la familia y en la institución educativa. La mujer ha dejado de ser paradigma de fragilidad, la que reclama sobreprotección y de debilidades físicas. Hoy las mujeres son tan fuertes, vitales y desafiantes que pueden mover la montaña, cambiar el curso de los ríos y derivar el viento hacia otra dirección.En tanto, sigamos cantando como Vicente Fernández: “Mujeres, oh, mujeres tan divinas  /  no queda otro camino que adorarlas.”

FUENTE: DIARIO HORA

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