Dicen que eres el Quijote de la música. ¿Cómo nace este afán por difundirla?
13/02/2016 El sueño mío es que en nuestro país, algún día, cada niño toque un instrumento. Y el lema que siempre me permite ubicar eso es “un niño, un instrumento”. Y, ojo, la voz también es un instrumento.
En tu caso, la voz es tu instrumento original, ¿no?
Claro. Yo canté desde los ocho años. Asistía allá, en mi tierra, Llata (Huánuco), a un coro de niños que una tía preparaba. Y, en Navidad, para la misa de gallo, los coros iban al templo a cantar. Y recuerdo esa alegría inmensa de ingresar a la iglesia matriz que me parecía un espacio gigantesco…
¿Y cuándo decides que la música iba a ser tu carrera?
En realidad nunca lo decidí, se realizó en forma natural. Yo estudié Derecho en la Universidad Católica Santa María de Arequipa, pero, paralelo a eso, estudiaba música en el Instituto Duncker Lavalle. En unas vacaciones, volví a Huánuco y el maestro Rodolfo Holzmann, que estaba en ese tiempo allá, un día me escuchó tocar piano y me dijo: Armando, ¿por qué no preparas un recital de piano?
¿Qué edad tenías?
Unos 17 años. Y me sorprendí, porque él es una personalidad trascendente en la vida musical del país. Pero armé el recital y eso marcó un referente para que yo viera esa actividad cotidiana, natural, simple, con mayor proyección.
Del mismo modo que un encuentro con una orquesta de chicos en São Paulo te cambió la vida, ¿no?
Sí. Asistía a un curso de Dirección de orquesta y, en el Festival Campos de Jordao, en São Paulo, una violista, Inés, nos invitó un domingo a un concierto. Yo me quedé sorprendido: había 120 niños en escena y ella dirigía. Me impactó tanto que dije: cuando regrese a Perú voy a hacerlo. Regresé y, hará quince años empezamos toda una propuesta para la primera orquesta infantil.
Pero para eso tuviste que dejar de lado tu carrera como músico…
Claro. Porque, de pronto, tú, en algún momento, descubres tu lugar, y mi lugar creo que siempre ha sido el del servicio a través de la música.
Habrá quien diga: ¿de qué nos sirve como país que todos niño sepan música?
Todo el que practica el ejercicio musical, ¿qué busca? Un altísimo resultado artístico, que sea exacto, que está cuadrado, que esté afinado, que esté en su sitio… Es decir, el mejor de los resultados al nivel que está.
¿La perfección?
Claro. Entonces, esa forma de pensar se traslada a todas sus actividades como ser humano. Por otro lado, cuando estos niños pertenecen un colectivo, sea una orquesta o un coro, entienden que si van a hacer un movimiento, una obertura o cualquier pieza sinfónica, todo tiene que estar en su lugar. Basta que uno no lo haga y desarma todo. Entonces, comprenden que el trabajo en equipo es muy importante...
Suena lógico…
Aparte, la música desarrolla la inteligencia, la memoria, la comunicación, la expresión verbal. Por eso, si los pequeños estuvieran imbuidos en la música, tendríamos como resultado ciudadanos mejores.
Si cada niño tocara un instrumento, ¿el país cambiaría?
Absolutamente. Porque se disciplina, se organiza, se ordena. Está comprobado que el mayor porcentaje de niños y jóvenes que hace una actividad musical seria son los mejores de su clase, porque han desarrollado sus habilidades físicas, mentales y emocionales.
¿Quién debe propiciar eso: el gobierno, la entidades privadas?
Yo estoy convencido de que solo existe lo que está en política. Si está en la política del gobierno central, regional o municipal, se va a dar. Y tiene que convertirse en política de Estado para que puedan acceder absolutamente todos.
¿Cuáles son los frutos concretos de estos tus quince años de trabajo?
En el área instrumental, hoy tenemos la orquesta sinfónica infantil y la juvenil, el ensamble orquestal inclusivo, el coro infantil y el juvenil. Además, el Ministerio ha apostado por expandir Orquestando, y vamos a crecer hacia Huancayo y Arequipa, y en cinco núcleos más en Lima, en los lugares de conflictos sociales y de mayor deserción estudiantil.
En todos estos años, ¿cuántas vidas de niños has cambiado?
No tengo una estadística, pero deben ser más de cinco mil. Porque no solamente es acá. He trabajado mucho en el interior del país y se han ido creando esperanzas y sueños que estamos retomando ahora.
¿Y cuál es tu máximo sueño hoy?
Uno, como profesor y docente del Conservatorio Nacional de Música, que para el bicentenario podamos tener un local propio y otro para la Escuela Superior de Folclore, que la titulación de esas entidades tenga la categoría de títulos universitario. Y, en lo orquestal, que podamos llegar al menos a un 50% del país.
¿Hasta dónde hubiera llegado ese chico que nació en Llata si en esa época hubiera existido Orquestando?
No sé… Yo hubiera sido lo que soy: un obrero de la música, un obrero que se ve bregando por donde me necesitan.
La ficha
Nací en Llata, Huamalíes (Huánuco) hace 61 años. Cantaba desde niño en el coro de mi barrio, San Juan. Estudié Música y, hace 15 años, en São Paulo, vi una orquesta de 120 niños y decidí replicarla en mi país. Hoy dirijo Orquestando, la red de orquestas de coros del Ministerio de Educación. También soy docente en el Conservatorio Nacional de Música y, en esta temporada, dirijo la Orquesta Sinfónica del Conservatorio. Mi sueño es que, un día, en un nuestro país, cada niño sepa tocar un instrumento musical.
MARITZA ESPINOZA
FUENTE: LA REPUBLICA
Estimado tio Wilfredo, gracias por tener siempre presente a tu tía que preparaba a los pastorcillos en navidad.
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