LLATA EN EL CORAZÓN

Andrés Jara Maylle
He vuelto a Llata, la capital huamaliana, después de veinte años y me he dado cuenta que aquí como en cualquier lugar, el tiempo no pasa en vano.

He vuelto a Llata gracias a la generosa invitación del Círculo de Lectura “Mario Vargas Llosa”, organizador de la II FERIA DEL LIBRO e integrado por jóvenes profesionales como Carlos Chávez Firma, Javier Fonseca Espinoza, Javier Fonseca Jara (padre e hijo), Ulices Azaña Salinas, Mirko Vilca Benancio (quien no pudo acompañarnos debido a un accidente fortuito) entre otros más que desde se querencia llatina hacen todo el esfuerzo posible (e imposible) para promover el libro y la lectura entre los niños, jóvenes y ciudadanos en general.
Salir en la madrugada desde Huánuco y trepar los contrafuertes andinos, bordeando los interminables recodos del indomeñable Marañón, es una aventura grata para los ojos y para el corazón. Esa abrupta geografía que nos circunda nos recuerda que el Perú es en esencia un país andino. Llegar a Tingo Chico, avanzar hasta cierto punto por la ribera derecha de ese río cuyas aguas, algún día, desembocarán en el atlántico nos recuerda que nosotros no somos nada ante la fuerza ciclópea de una naturaleza insumisa que se extiende ante nuestro asombro.

La ciudad de Llata está ubicada en una pequeña meseta que por los caprichos de la geografía, por uno de sus lados linda con un impresionante abismo con más de trescientos metros de caída libre, lugar preferido de los pocos  suicidas que, aún en estos tiempos, mueren por amor. 

Es una ciudad emergente que ha crecido bastante, se ha vuelto más cosmopolita y se ha sometido a los rigores de la modernidad que inevitablemente cambiará su rostro en algún momento. Pese a ello, aún mantiene algunas características esenciales de un pueblo que tiene sobre sí una antiquísima historia. Porque si de algo puede ufanarse esta ciudad de gentes valientes es su antigüedad y su indiscutible lugar en la dilatada historia de esta parte del país.

Por ejemplo sus callecitas son largas y estrechas, tan estrechas que estoy seguro que cada mañana los vecinos de ambas veredas pueden darse la mano desde sus ventanas del segundo piso sin mucho esfuerzo. Será tal vez por ello que los llatinos son generosos y dan la bienvenida con efusividad y cariño.

No hay duda que mayoritariamente la fe que profesan es la católica, pues uno de sus símbolos más importantes de unión y reencuentro es la Virgen del Carmen, a quien tuve la oportunidad de conocer (por vez primera) en su santuario especialmente construido para ella. Es más, su Iglesia principal, por ejemplo, es más grande y su arquitectura es más antigua e impresionante que la mismísima catedral huanuqueña, que parece una fea fábrica de embutidos en nuestra plaza de armas. La iglesia llatina impresiona por sus monumentales paredes que parecen fortificaciones medievales.

Como dije, fui a Llata para hablar de lo que más me gusta: de libros, de escritura, de literatura. Y lo que encontré fue un desbordante entusiasmo de niños, jóvenes y adultos ansiosos por descubrir el hechizo que se guarda entre dos tapas: la lectura.

Apenas llegué esa mañanita friolenta, fui recibido por Javier Fonseca (hijo) y Ulices, quienes me llevaron, ipso facto, a Radio San Juan para comparecer ante Carlos Chávez, quien a esa hora dirigía su habitual noticiero, ejerciendo, como alguna vez lo hizo en Huánuco, su condición de periodista insobornable.

A media mañana, varios toldos ya estaban instalados en plena plaza de armas donde se vendían libros de distintas materias y autores a precios realmente módicos, como para que la población se sienta incentivada para adquirir un ejemplar que le podía cambiar la vida.

Ya en el auditorio la sorpresa fue mayor. El Círculo de Lectura “Mario Vargas Llosa” invitó a estudiantes de todos los grados con quienes se desarrolló una charla interesante, con preguntas precisas e inteligentes, con estudiantes ansiosos por conocer los pormenores de la lectura y la escritura como fuente de vida, como un intento de encontrar, siquiera por un momento, la esquiva felicidad.

Y así pasó un día de descubrimientos, forjando nuevas amistades y consolidando las antiguas. Recibiendo el cariño de mucha gente que, para bien y pese a tantos pesimismos, aún cree que hay tiempo para enderezar los caminos y enrumbarnos por las rúas de la cultura tantas veces despreciada. De esa gente que, como este escriba, considera que leer un libro es tanto o más importante que ver televisión embrutecedora o hablar de política que enturbia nuestras mentes.

El Círculo de Lectura “Mario Vargas Llosa” es una esperanza, un camino, una fe que se irá consolidando y que en su  momento, el pueblo de Llata sabrá agradecer el enorme sacrificio que están realizando sus integrantes para ennoblecer la historia de este pueblo enclavado en esa estribación andina y a cuyos pies pasa, imperturbable, las peligrosas aguas del río Taricay.

FUENTE: DIARIO AHORA

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