LA DESVENTURADA, PERO NECESARIA POLÍTICA

Arlindo Luciano Guillermo
arlugui@hotmail.com

El príncipe, escrito en 1513, en pleno Renacimiento, por Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527), es un notable estudio sobre la política del siglo XVI, cuya lectura ha sido apasionada, con interpretación polivalente, leído con suspicacia y aplicado en la práctica política con perversidad y cinismo. La celebérrima lógica “el fin justifica los medios” resumen la esencia política de Maquiavelo. El adjetivo maquiavélico es sinónimo infame de “inescrupuloso, mentiroso, pendejo, astuto, perverso, manipulador, demagogo.” Totalmente opuesto al político decente, probo, honesto, sencillo, sincero.
  La política se presenta deslucida, devaluada, desacreditada y repelente. ¿Quién tiene interés por incursionar en la política? ¿Los técnicos y profesionales idóneos y competentes? ¿Será que la política elige a los ciudadanos que tienen vocación de servicio? ¿Un empresario exitoso se sentirá atraído por la política? Si la política provoca arcadas, náuseas, rechazo, indiferencia y animadversión, quién será el próximo alcalde de la ciudad, quién gobernará la región. Alguien tiene que ser autoridad.
Si el ciudadano no es político, sí está en la obligación moral de ejercer opinión política como un medio a través del cual hace conocer reflexivamente cómo se debe gobernar, cuál es la misión del gobernante, cómo se deben resolver problemas que beneficien a la comunidad. Los gobernantes que ejercer el poder sin crítica, discrepancia ni debate público de propuestas caminan hacia la corrupción, el autoritarismo, el deseo obsesivo por la reelección, el nepotismo y el despilfarro. Por eso es necesaria la vigilancia ciudadana, el ejercicio del pensamiento crítico y el derecho de pensar diferente que el gobernante. Sin tolerancia, la política y el poder se envilecen, se convierten en instrumento se represión, discriminación y persecución. 
Maquiavelo aconseja: “Nadie deja de comprender cuán digno de alabanza es el príncipe que cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con doblez; pero la experiencia nos demuestra, por lo que sucede en nuestros tiempos, que son precisamente los príncipes que han hecho menos caso de la fe jurada, envueltos a los demás con su astucia y reído de los han confiado en su lealtad, los únicos que han  realizado  grandes empresas”. En este pasaje encontramos al político actual. ¿Existe un político que cumpla promesas, actúe con rectitud y sinceridad? En el terreno ideal, utópico, tal vez, pero en la práctica diaria es casi imposible, a excepción de aquel que se afana por mostrarlas públicamente. La otra parte que refiere Maquiavelo es lo que vemos en la política: el incumplimiento de promesas se ve por doquier sin mucho esfuerzo, el juramento ante la Biblia y el crucifijo es una comedia, la astucia (por no decir la pendejada, la viveza) se convierte en la mejor arma para sacarle provecho al poder, el respeto al electorado no se toma en cuenta ni siquiera provoca remordimiento.
Todos escuchamos con espanto que el gobernante que roba, pero que hace obras materiales, es mejor que aquel que no roba ni hace obras. Las elecciones políticas ponen de manifiesta la catadura de los candidatos. Allí sabemos quién tiene propósitos cleptómanos e intereses personales. El principal deber de un gobernante (de izquierda, derecha o de centro) es respetar su palabra y la voluntad del pueblo, resolver problemas, contar con una agenda política y una ruta transitable, rendir cuentas de lo que gasta y hace, escuchar sabiamente a los ciudadanos y no coger “un céntimo” de las arcas del Estado. Solo así los ciudadanos recuperarán la confianza de los políticos y gobernantes. Se gobierna con equilibrio, sin soberbia ni estupidez.         
Otro consejo de Maquiavelo: “Que el que mejor que ha sabido ser zorro ese ha triunfado. Pero hay que saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular.”  La ingenuidad en la política es un pecado cuyo costo es altísimo. Cualquiera que incursione en la política aprende por necesidad de sobrevivencia a ser astuto, vivo. Un “político zorro” sabe sortear todos los problemas con el uso, sin rubor, todos los recursos disponibles, que incluye la mentira, el crimen, al desprestigio, la falsedad, el abuso, la alianza con Dios y con el diablo. Las lágrimas de un político son de cocodrilo.  Al político no se le cree lo que habla, sino lo que hace.    
Los ciudadanos votantes somos responsables de elegir gobernantes. No es culpa de los políticos, aspirantes al poder o de advenedizos que, por un golpe de suerte, llegan a gobernar. ¿Hasta cuándo vamos a seguir quejándonos de las promesas incumplidas de los gobernantes, del comportamiento ético o de los excesos del poder? La democracia, con todas las limitaciones y bondades, es el régimen político que garantiza libertad, instituciones y consenso. Un político es un ciudadano que ha tomado la decisión de participar en cuestiones  de Estado, que lo eligen gobernante para resolver problemas locales y regionales, para actuar con prudencia y ejercer el poder con responsabilidad y firmeza.
La carrera electoral ya empezó. Ya se conocen a los candidatos con partido propio o con vientre de alquiler. Pronto conoceremos el nutrido menú electoral de los candidatos. Todos, seguramente, van a ofrecer el oro y el oro. Debemos exigir debates públicos en foros aproados como las universidades, donde se den a conocer planes, proyectos, visiones y soluciones concretas a los problemas. Basta de palabreo barato, charlatanería, propuestas ridículas, falsas modestias y exposición cursi de biografías individualistas.

Hay que exigir indicadores mínimos a los candidatos. Por ejemplo estos tres: comprobada honestidad personal y social, sinceramiento para enfrentar problemas de la ciudad o región y compromiso ético para trabajar, ya en el poder, con honradez, con propuestas concertadas, consensuadas y factibles. Basta de votar sin pensar dos veces. En las manos de los ciudadanos está el destino histórico de Huánuco y del Perú. Con ciudadanos escépticos, partidos políticos frágiles y vulnerables al trasfuguismos, el oportunismo, la corrupción y la indecencia, un electorado que aún no asume la responsabilidad para elegir gobernantes que respeten y cumplan la oferta electoral y una generalizada indiferencia ciudadana es poco lo que podríamos esperar de los políticos que aspiran a gobernantes. La política es diálogo, coincidencia, discrepancia, pero también acuerdo, respeto y concertación. Quien sea gobernante tiene que encontrar consenso político y apertura a otras propuestas.
31/03/2014

FUENTE: DIARIO AHORA

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