Germán Vargas Farías
“Los terroristas
venían y me pegaban; los militares venían y me pegaban, los ronderos venían y
me pegaban”, así es como Teodosia Salvatierra resume lo que vivió en su pueblo,
Allpachaka, durante el periodo de violencia política (1980-2000), drama que fue,
también, el de miles de personas, familias y comunidades en el Perú.
La de Teodosia es una
de las historias reseñadas en el libro “La vida ya no era vida”, escrito por
Felimón Salvatierra, Honorato Méndez y Oseas Núñez, y concebido como un
homenaje a la vida y memoria de las víctimas de la violencia de Allpachaka,
Chiara y Quispillaqta, comunidades ayacuchanas de las que proceden,
precisamente, los autores.
He tenido el
privilegio de conocer muy de cerca el proceso de elaboración de esta singular
obra, y puedo dar fe que el esfuerzo de Felimón, Honorato y Oseas tuvo como una
de sus principales motivaciones, reivindicar la dignidad de las personas
desaparecidas y asesinadas en aquellos años.
El libro, debo
decirlo, no se queda en el relato del dolor y la vileza, sino que da cuenta
del periodo previo, y de las expectativas de la gente hoy. Felimón y Honorato,
que perdieron a sus padres durante el conflicto, y Oseas, eran niños cuando se
suscitó la tragedia. Pero eso, lejos de ser un impedimento, avivó el
compromiso con sus pueblos.
El compromiso de los
autores implica, entonces, dar a conocer el terror vivido, para que no se
repita. No han escrito para regodearse en el sufrimiento propio o ajeno, sino
porque quieren evitar que otras personas pasen por lo mismo. En palabras de
uno de los testimoniantes: “tenemos que contar nuestra historia, hay que contar
lo que hemos sufrido para las nuevas generaciones”. Eso incluye, por cierto, su
intención de acabar con el dolor de la generación que padeció ese tiempo:
“nuestros padres lloran, queremos que no lloren más.”
Me parece correcto
decir que se trata de una obra singular. Si tengo que mencionar una de las
razones diré que –como reconocen los autores- por la participación valiente y
generosa de pobladores de las tres comunidades que decidieron compartir sus
historias cuando lo más cómodo y seguro para muchos sería permanecer en el
silencio.
Hay un ánimo de
reivindicación muy fuerte en estas, así como en otras, comunidades afectadas
por la violencia en el país. Ojalá se entendiese que son pueblos que no quieren
ser identificados y reconocidos solamente a partir de la violencia que
sufrieron. Son poblaciones que aspiran a que se les reconozca su ciudadanía,
como se le reconoce a cualquier semejante en el Perú.
En estos tiempos de
vorágine electoral, quienes aspiran a la presidencia y al Congreso de la
República harían bien en ocuparse responsablemente de lo que la Comisión de la
Verdad y Reconciliación define como el episodio de violencia más intenso, más extenso
y más prolongado de toda la historia de la República, y de lo que significó
para miles de compatriotas cuyas vidas fueron violentadas.
“La vida ya no era
vida” es un testimonio de aquella época, pero también de las vidas y sueños
recuperados, en Allpachaka, Chiara y Quispillaqta, así como en Ayacucho, Huánuco,
y otras regiones del Perú.
«El esfuerzo de Felimón, Honorato y
Oseas tuvo como motivación reivindicar la dignidad de las personas
desaparecidas y asesinadas»
FUENTE: PAGINA 3
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