Ningún hijo grato olvida el segundo domingo de mayo. La madre da vida, afecto, cariño y protección. Todo lo que tenemos, somos y sentimos es porque estamos vivos. Madre es vida generosa. Parió (dio a luz, alumbró) con riesgo de su propia vida. Simbólicamente se partió en dos cuando el hijo esperado salió a respirar el aire del mundo exterior. ¿Alguien desprecia este acto heroico, impagable? La madre es tan leal, incondicional, de sentimientos transparentes como el agua cristalina, que en los mementos más adversos, trágicos y de total soledad acompaña al vástago de sus entrañas. La anciana mujer que está en la puerta del penal, del hospital o de la comisaría es la madre que reclama salud y libertad para su hijo.
La poesía, la música, la pintura y el teatro han colocado a la madre como personaje relevante. Se ha abordado a la madre desde diferentes puntos de vista. La madre abnegada que da vida. La madre anciana que ha envejecido con los hijos. La madre joven que por primera vez tiene en sus brazos al fruto de un amor recíproco. A la madre sin esposo que batalla para sacar adelante a sus hijos. Gratitud a la madre por la ternura y la inmensa bondad. A la madre ausente de la Tierra y que desde el Cielo vigila los pasos del hijo. La madre tierna y amorosa que entrega hermosura, edad y tiempo a los hijos.
La sonrisa de mamá es una canción emblemática de Palito Ortega, que resume la ternura, belleza y amabilidad de la madre. La flor naciente, el Sol brillante, la rosa despierta y el río que se va son comparados con la sonrisa de la madre. Madre, de José Luis Perales, evidencia la relación madre e hijos. Mientras los hijos sean niños, las tareas en la casa nunca faltan, pero cuando crecen se van y jamás volverán a ser los traviesos de antaño, que visitarán por Navidad si es que les sobra el tiempo. José José tiene lo suyo. Él canta a la madre que es igual que una flor, el refugio de todas las penas del hijo. El amor de madre es incomparable.
A la sombra de mamá, de Leo Dan, es un clásico. Es el canto a la madre sencilla, a la posibilidad de vida eterna, al ángel de la guarda del hijo de trajinar peregrino. Manolo Galván, en Madre hoy no me levanto, presenta un relato dramático y de explicación sutil para no afectar al hijo con un episodio cruel y de abuso sexual. No hubo aborto, sino continuidad del embarazo. Es el canto a la madre entera cuya felicidad inmensa es el hijo. La canción, al inicio, plantea una historia que se revelará poco a poco: “Madre, hoy no me levanto, no quiero ir a la escuela. Qué estás diciendo mi niño a santo de qué te niegas. Ayer Pedro el del alcalde me llamó hijo de ramera.”
La canción popular también tiene canciones paradigmáticas. Jaime Guardia, con su charango elocuente, canta Madrecita linda, un típico huayno ayacuchano, melancólico, profundamente sentimental, con lenguaje poético. La madre es una joya que se fue de este mundo tempranamente. El hijo lamenta haber quedado irremediablemente sin madre en los momentos más difíciles. Dice: “Esa dulzura de tus palabras y el calor de tu cariño no encuentro”. El Jilguero de Huascarán, en Benditas a las madres, revela gratitud a la madre, amor maternal y reprimenda a los hijos. Pone en relevancia el parto, el amor incomparable e insuperable de la madre y las miles de veces que el hijo, cual sea la condición, es perdonado. Madre, de Alborada de Huánuco, en la voz de Ruco Vargas o José Carlos Espinoza, es un tributo de gratitud a la madre progenitora, la que cuidó los primeros pasos del hijo niño. Ella es amor puro, inmortal, ilimitado, que nunca se marchita ni se acaba. Se pide perdón porque la vejez de la madre es la juventud del hijo.
El vals criollo también ha inmortalizado a la madre desde perspectivas distintas. En Esa mujercita, Jesús Vásquez, exalta la ternura y gratitud a la madre anciana. Lucha Reyes, en Una carta al cielo, relata el caso de un niño que roba un ovillo de hilo para hacer volar una cometa, y a través de esta enviar una carta al cielo donde está su adorada madre. Carmencita Lara, en Cabellitos de mi madre, resalta la ternura de la madre antes de la partida. La nostalgia y la distancia impiden un abrazo cariñoso de madre e hijo. Amor de madre, que interpretan Los Embajadores Criollos, es el lamento de un hijo huérfano, “capricho del destino”, que reclama el amor de una madre. Cuestiona al hijo ingrato que “ultraja a la madre con sus viles acciones.”
Cual sea el modo de homenaje, la madre es la ciudadana que, en su momento, tomó la decisión de dar vida, de generar una oportunidad al embrión. Con banquetes suculentos, bailes incansables, regalos pequeños, onerosos o simbólicos, con abrazos calurosos, besos sinceros y gratitud inmensa se ha reconocido a la madre, el ser a quien jamás pagaremos las miles de veces que nos ha perdonado, los innumerables momentos felices, las satisfacciones que disfrutamos y los sueños que aún están por concretarse. César Vallejo, en el poema LXV de Trilce, recrea su retorno al hogar: “Madre, me voy mañana a Santiago / a mojarme en tu bendición y en tu llanto. / Acomodando estoy mis desengaños y el rosado / de llaga de mis falsos trajines. / Me esperará tu arco de asombro, / las tonsuradas columnas de tus ansias / que se acaban la vida. Me esperará el patio, / el corredor de abajo con sus tondos y repulgos / de fiesta. Me esperará mi sillón ayo, / aquel buen quijarudo trasto de dinástico / cuero, que para no más rezongando a las nalgas / tataranietas, de correa a correhuela.”
Gratitud eterna a la madre por su cariño directo, su ejemplo inspirador, la vida entregada incondicionalmente y las veces que no ha dudado en perdonar al hijo incorregible. Respeto, admiración y consideración a la madre cual se su edad, situación o condición.
ARLINDO LUCIANO
FUENTE: DIARIO AHORA
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