INICIO DE CLASES

Arlindo Luciano Guillermo
arlugui@hotmail.com
  
Marzo se parece a diciembre. El gasto familiar para costear los uniformes, útiles escolares y libros aumentan astronómicamente. Este gasto no es pólvora en gallinazo, sino una merecida inversión en la educación de los hijos. Si queremos una educación de calidad, con merecida utilidad en la vida diaria, con bienestar y acceso al mercado laboral y al emprendedurismo, hay que “meter plata” en educación, alimentación, salud física y emocional. El éxito no es automático ni llega por inercia. Y si no llega jamás, no hay que buscar culpables de desgracias personales ni pésimas decisiones. Una educación de calidad enseña a tolerar la frustración, sacar provecho a la crisis y levantar la cabeza en las peores adversidades. Para enamorar, trabajar y vivir feliz no es necesario ser un estudiante o un ciudadano con un gigantesco coeficiente de inteligencia.  
  El Perú (y Huánuco también) aún  tiene una educación frágil, prejuiciosa, meramente cognitiva, que satura el cebero de niños y adolescentes de conocimiento, muchas veces inservibles, que solo busca metas numéricas, pero descuida totalmente la dimensión emocional, competitiva y habilidades, que permitan al ciudadano resolver problemas, practicar la tolerancia, ser consciente de que toda la vida se aprende y se toman decisiones minúsculas, sencillas y trascendentales que repercuten hasta la cuarta generación.
El aprendizaje es la obtención racional y por discernimiento de nuevos conocimientos, habilidades y competencias que sirven al estudiante para enfrentar exitosamente realidades en contextos diferentes. Por eso, ningún curso en el colegio es inútil, todos tienen un propósito deliberado, plasmado en documentos oficiales como el Marco curricular, las Rutas del aprendizaje y el Mapas de progreso de los aprendizajes, sin dejar de lado al celebérrimo DCN. Sin estas herramientas el maestro está perdido en el laberinto de la mediocridad, la improvisación y la irresponsabilidad. Por ejemplo, el estudiante que escucha, participa e interactúa en Comunicación tiene que lograr tres competencias: compresión oral, comprensión de textos escritos y producción de textos. Si solo se lograra una redacción sólida, con argumentos convincentes, lenguaje rico y ágil y originalidad, entonces tendremos un ciudadano argumental, que toma decisiones con responsabilidad. Así no tendríamos gobernantes que “roban, pero hacen obras”, distinguiríamos la demagogia y la verdad, la sinceridad y la hipocresía, el fetichismo y la realidad.
El aprendizaje, en el contexto pedagógico actual, tiene dos direcciones. Es un derecho, como la vida, la identidad y la libertad de expresión. Todo estudiante debe aprender bien, sin traumas ni complicaciones. La satisfacción de un estudiante se expresa en los aprendizajes significativos, competitivos, necesarios, útiles y beneficiosos para su crecimiento personal y social.  Por otro lado, es un objetivo impostergable de la educación. Ningún estudiante va al colegio para calentar el asiento, sino para aprovechar oportunidades y aprender. 
Los padres de familia están en la obligación de fiscalizar y hacer seguimiento de la calidad de los aprendizajes de sus hijos en la escuela. No hacerlo es una desidia. Eso no quiere decir que vayan a la institución educativa para hacerle la vida a cuadritos al maestro o al director. El aporte de los padres consiste en coordinar y fortalecer el trabajo pedagógico y axiológico de los maestros. La sociedad de escuela y familia es sumamente estratégica. Si hay sintonía, el desempeño del maestro mejora sustancialmente. Las primeras lecciones de vida se aprenden en la familia. Los padres son los primeros maestros a quienes los hijos ven, observan, imitan y escuchan. En la escuela se educa a través de conocimientos, actitudes, ejemplos y equidad. Se aprende a ser padres con hijos. No hay una receta para ser buenos padres. El ejemplo es fundamental. Los padres son los responsables de la educación de sus hijos. El hijo hace lo que ve, dice lo escucha y piensa lo que le enseñan. Es necesario transmitir a los hijos actitudes positivas, prácticas, decentes  y seguridad en sí mismo para que tome las mejores decisiones.
La educación tiene que “producir” ciudadanos que sepan asumir responsabilidades en todos los escenarios posibles que otorga una sociedad competitiva, globalizada, pragmática y con una devoción delirante por el dinero. Ante una sociedad plutocrática, donde la medida social es la ganancia y el poder económico, la educación tiene que proponer sensatez, creatividad, innovación, racionalidad y firmeza moral. Sin habilidades sociales cualquier cerebro fracasa. Se consigue trabajo con relaciones interpersonales, asertividad, competitividad y virtudes verbales.
El maestro es pieza estratégica para los aprendizajes de los estudiantes. Él es el responsable que aprendan o no. El termómetro del desempeño docente es el aprendizaje de los estudiantes. El docente tiene que mostrar todos los días un rostro sonriente, asistir a la escuela alegre, con ganas de trabajar a conciencia, renovado, bien capacitado y con motivación suficiente para infundir interés por el estudio a los alumnos. Un maestro desanimado jamás logrará aprendizajes pertinentes. El director de una institución educativa es un líder transformador, que “empuja”,  motiva, aglutina intereses institucionales, promueve consensos y respeta el ejercicio pedagógico de los profesores.   
El tiempo perdido en educación es irrecuperable. Una mala inversión, una decisión política errática del Estado o una lección equivocada frustran generaciones. Si la educación es una palanca de desarrollo, bienestar, justicia social y equidad de género, tiene que ser de calidad, no solo un elogio al conocimiento puro, frío, insensible. El ciudadano del siglo XXI tiene que girar en torno al acceso al conocimiento, competitividad y fortalezas éticas.

Una educación de calidad es integral, que ve al estudiante como un todo, sin sesgo academicista. La calidad de educación toma en cuenta los aprendizajes estrictamente teóricos, pero también las dimensiones emocionales, participativas, ambientales y una filosofía de aprender a aprender hasta la muerte.

FUENTE: DIARIO AHORA

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