Pocos gobiernos empiezan sus mandatos rodeados de
tanta esperanza ciudadana como el que preside Pedro Pablo Kuczynski. A pesar de
la monumental tarea que enfrenta el gobierno, la elección del nuevo presidente
ha provocado una revolución de expectativas positivas. Este fenómeno se ha
dado, creo yo, por tres razones. En primer lugar está la confianza que generan
las cualidades y prestigio personal del presidente y la de muchos de los
miembros de su gabinete. Segundo, la visión de crecimiento económico, más 'una
revolución social' planteada por el presidente en su discurso inaugural
despertó también gran expectativa. Por último, está el enorme alivio que ha
producido el fin de un gobierno mediocre, opaco e impopular. Países vecinos
comparan con variadas dosis de envidia a sus gobernantes con el presidente del
Perú, y la prensa mundial se ha prodigado en elogios al nuevo jefe de Estado
resaltando sus cualidades y trayectoria.
Todo ello ayuda al logro de los objetivos del nuevo
gobierno, pero la tarea es en efecto monumental: reanimar el crecimiento en
medio de una estrechez fiscal, propiciar un salto cualitativo en los servicios
públicos, reducir el alto grado de inseguridad ciudadana y eliminar la pobreza
extrema. Todo esto con una minoría absoluta en el Congreso y un País que ha
visto deterioradas sus instituciones.
Para enfrentar retos iniciales el gobierno ha
solicitado al Congreso le otorgue durante un lapso de tiempo facultades
extraordinarias para legislar en temas de economía, seguridad, anticorrupción, agua
y saneamiento, y reorganización de Petroperú. Sólo el tema económico promete
generar una acalorada discusión en el Congreso, aunque es seguro que la
izquierda conservadora se opondrá en el tema de Petroperú. En el área
económica, el tema de los impuestos es el que generará controversias serias a
raíz de la intención del gobierno de disminuir un punto a la tasa del IGV. En
los demás, la mayoría de Fuerza Popular (FP) no sentirá la necesidad de entrar
a la lucha política. El Presidente Kuczynski no puede reelegirse, y carece de
un partido propiamente dicho capaz de producir un candidato fuerte en la
competencia por la presidencia en 2021. Más aun, es posible que FP haya ansiado
secretamente que el Ejecutivo pida facultades para la reforma laboral, y que sea
PPK quien invierta su capital político en enfrentar la que quizás sea la
reforma más importante que requiere la economía que él se ha propuesto
formalizar.
Pienso que la rebaja del IGV hay que juzgarla
conociendo el detalle completo de las medidas tributarias que proponga el
ejecutivo, aunque quizá hubiera sido preferible esperar hasta el 2018 los
resultados de las medidas reactivadoras. Debería en cambio enfocarse todos los
esfuerzos de formalización en la miríada de normas y barreras burocráticas que
han impedido el mayor progreso, haciendo al mismo tiempo absolutamente inviable
la formalización.
En el debate público, el tema del déficit fiscal ha
generado, a mi juicio, innecesario ruido. El Perú no ha elegido a un gobierno
como los de Brasil, Venezuela, y hasta hace poco, la Argentina. Tanto el
Presidente del Consejo de Ministros como el ministro de Economía tienen un
compromiso manifiesto con la disciplina fiscal, y han declarado públicamente su
propósito de reducir el déficit. De otro lado, el Perú ha ahorrado una parte
importante de los superávits fiscales generados en años anteriores al 2014
producto de los buenos precios de las exportaciones y el más alto crecimiento.
Así, el tesoro ha podido acumular recursos equivalentes a 16% del PBI. Es
natural que con la caída en la recaudación de alrededor de 1.7% del PBI,
consecuencia de menores precios de exportación, la desaceleración y la rebaja
de impuestos en el 2014, el gobierno utilice una parte de esos ahorros para
financiar niveles de déficit cada vez menores, tal como se propone.
La ley de responsabilidad fiscal permite el uso de una parte de los
ahorros en casos de caídas en la recaudación. Estos recursos, sumados a un
incremento muy moderado del endeudamiento público, permitirán al gobierno
financiar fácilmente una gradual caída en el déficit. Al final de este proceso,
el índice de endeudamiento peruano estaría aún muy por debajo del de otros
países con igual calificación crediticia. Pero donde se debe hacer el mayor
esfuerzo para cumplir metas sin afectar el déficit es mejorando la hoy
pobrísima calidad del gasto, tarea que debe iniciarse al día siguiente de la
aprobación de las facultades extraordinarias con un rápido plan de acción por
parte de un equipo que todos esperamos muestre extraordinarias facultades.
FUENTE: IPE (Instituto Peruano de Economía) - 08/09/2016
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